Virginia y Roger Lindahl consiguieron reunir algunos ahorros durante la guerra, trabajando frenéticamente en los peores turnos de las fábricas de armamento. Aunque Roger siempre soñó emplearlos para volver al paraíso infantil de su Arkansas, su mujer o el destino se impusieron a sus planes por primera vez: era mucho mejor abrir un taller de televisores, el negocio del futuro y la imagen del mundo que nacía.
Pero esa realidad no estaba exenta de maldiciones y monstruos. La primera maldición fue un hijo enfermo de asma, Gregg. El primer monstruo fue la sospecha de que Virginia tenía trazados unos planes de vida en común que no coincidían para nada con los suyos. Y, desde luego, Virginia no pensaba dejar escapar ni una brizna de su radiante vida como accionista del sueño norteamericano, simplemente porque su marido se sintiera atraído hacia una estúpida vecina llamada Liz Bonner.
La patética odisea de Roger Lindahl, condenada desde el principio a la rendición y el fracaso, se hace imagen de unos tiempos en los que ya no se puede “ir tirando”, sin más, porque el mundo se ha convertido en un lugar donde hay que devorar o ser devorado, y donde los mansos nunca llegarán a heredar la Tierra, probablemente porque ya no quedará Tierra alguna que heredar: sólo perdurarán los depósitos de chatarra y las ruinas emocionales dejadas en el campo de batalla de la vida cotidiana.
“Una novela que invade el más extraño de los mundos alternativos: el adulterio al estilo norteamericano”
David Guy, US Today
“… un estilo tan duro como capaz de evocar el pasado. Una inquietante y aguda descripción y examen de la conducta automática, que puede llegar a ser turbadora y a la cual Dick no ofrece ningún alivio de escape”
Washington Times
“Philip K. Dick hace que la mayor parte del vanguardismo europeo parezca mirarse el ombligo mientras se encuentra atrapado en un callejón sin salida”
Sunday Times
“El maravilloso control de los sobreentendidos que posee puede compararse al de los mejores y más amenazadores momentos de una Patricia Highsmith”